No queda más que reconocer que el talento de Irving Alberti se fortalece y mejora con los años. Cuando asisto a un montaje teatral siempre lo hago desprovisto de prejuicios. No importa la poca fe que tenga en la producción, en el elenco, en la dirección, siempre espero que lo que voy a ver me sorprenda, para bien o para mal.


Cuando el resultado es una satisfacción inmensa por no haber perdido una hora de mi tiempo, lo agradezco desde lo más profundo de mí. Para empezar, seré honesto, quizás hasta poco objetivo, cosa que posiblemente no me perdonaré en el futuro.

No soy amigo de Irving Alberti. Lo he entrevistado un par de veces y no hemos pasado más que de uno que otro apretón de manos y un trato cordial y respetuoso mutuo. Nada más.

Sin embargo, me toca decir (en primera persona) que Irving me acaba de sorprender de la manera más convincente que se pueda sorprender a alguien que ve tanto teatro local, como sus fuerzas se lo permitan.

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